Si nos concentramos un poco y pensamos en la cantidad de horas que los alumnos con o sin pandemia pasan en contacto con sus profesores, se estima que aproximadamente sean entre cuatro o cinco horas diarias, lo que hace veinte o más horas a la semana, y ochenta o cien horas al mes y si multiplicamos esas horas mensuales por seis, pensando en los períodos entre las vacaciones… es una oportunidad especial para que los alumnos sean impactados por el testimonio vivo de cada profesor y surjan cambios positivos en la vida académica y sobretodo en la vida espiritual de los alumnos.
Son momentos especiales cuando se canta, se hacen oraciones y hay reflexión sobre las historias y hechos bíblicos. Son espacios donde cada estudiante puede absorber de sus profesores las verdades eternas y donde se cimentan las bases para una vida mejor.
Cada profesor hace el esfuerzo por modelar una vida cristiana y es una lástima cuando los estudiantes descubren que no hay un interés genuino por ellos, cuando los docentes cometen errores o no son congruentes con los valores que enseñan. No se trata de engañar, sino de ser valientes y reconocer que es necesaria la madurez para reconocer el error y pedir perdón.
En esta época de virtualidad escolar, la cima es un poco más difícil de alcanzar, debemos prepararnos para alcanzar la cima del éxito, aunque nos lleve más tiempo.